A finales del siglo XIX Friedrich Nietzsche, filósofo y filólogo alemán, creó una de las sentencias más famosas de la historia: “Dios ha muerto”. Con este sentencia Nietzsche, a diferencia de lo que muchos creen, no intentaba sino describir en pocas palabras el proceso abierto en la modernidad con la emergencia del Sujeto que, con el desplazamiento de Dios como sede y origen del sentido, habría colaborado en el proceso de secularización de las imágenes producidas antes de la modernidad. Sin embargo, jugando un poco con las figuras, tal Sujeto no sería sino un punto intermedio. El Sujeto como tal, en el largo proceso de conformación cultural occidental y particularmente de su moral, era un paso que conduciría a otra etapa en la que el mismo requería ser extinguido por la carga metafísica que todavía contenía. La muerte de Dios es, al mismo tiempo, la muerte del Sujeto, es decir: la muerte de la metafísica como el sustento ideológico de la cultura occidental. ¿cómo pudo Nietzsche llegar a tales conclusiones? Aunque la respuesta no es simple, intentaré simplificarla: Nietzsche pudo llegar a éstas gracias a un método que, como lo dice una profesora mía, no es sino una perspectiva crítica que tiene como finalidad encontrar el momento en que aparecen ciertas ideas y conceptos. Se trata de ir entonces de adelante para atrás para explicar el cómo y el por qué surgen o se crean ciertas ideas y conceptos que organizan nuestras formas de relación con el mundo y con los otros.
Este método lo aplica de forma muy interesante para estudiar la moral. ¿Qué des-cubre Nietzsche en relación con esto? Algo que en realidad en términos actuales nos parece muy simple: que la moral no tiene origen (Unsprung) en el sentido tradicional, sino que es un producto que se da en un momento determinado de la historia. Frente a las posiciones que identifican la moral como parte de la naturaleza humana, Nietzsche plantea que la moral es una invención, un momento de ruptura con “algo anterior” que forma un nuevo tipo de historicidad y subjetividad, aunque en este caso no importa tanto la detección del origen origen de la moral, sino reconocer qué la hace posible ese origen y cómo se se reproduce, porque si bien la moral fue el mecanismo que encontró el ser humano para preservar la vida y evitar su destrucción, su origen no fue menos violento y su proceso de refinamiento menos tortuoso. Tendríamos que decir entonces que si la moral sólo pudo surgir en el momento en que el ser humano fue capaz de orientar sus tendencias hacia aquello que una comunidad reconocía como favorable, esto indica que la comunidad opera como conciencia que decide lo que es favorable para la preservación y reproducción de la vida. La comunidad es lo que ordena; la individualidad lo que desordena. La moral entonces surge como mecanismo de moralización del individuo, proceso largo y tortuoso en el que la comunidad como conciencia va imponiéndose a los impulsos y a los deseos, de modo tal que interiorizando la voz de la comunidad, el individuo llega a creer que actúa libremente.
Así, la finalidad de la moral es someter la conciencia individual a la grupal. Su origen es “discursivo”, en tanto que rompe con formas anteriores que se consideraban nocivas para la preservación de la vida. Nace entonces como mecanismo de control y vigilancia de las acciones y va, en el proceso, refinándose hasta convertirse en un mecanismo de control y vigilancia de la intimidad del individuo. En términos foucaultianos, en este proceso histórico de refinamiento de la moral los seres humanos hemos sido obligados a entrar en una relación de tipo confesional con nuestra intencionalidad y nuestra intimidad, todo en función de transformar “nuestra alma” para hacerla virtuosa; para convertirnos en algo distinto de lo que somos. La mejor forma de gobernar la intencionalidad y la intimidad de las personas es a través del autogobierno, es decir, haciéndoles pensar que no están siendo gobernadas sino que sus decisiones son libres; autónomas y autárquicas.
Ahora bien. Lo anterior tiene como finalidad mostrar, simple y llanamente, que la moral es en realidad una creación histórica sujeta a la transformación. No es mi intención extinguir la moral, sino desmitificarla, hacerla operativa en el presente desde otra perspectiva. Para ello vale la pena hacer la pregunta que alguna vez la formularon a Foucault: ¿es posible una moral no represiva? A esto podemos responder desde dos perspectivas: la de Foucault y la de Rorty.
En el primer caso, el de Michel Foucault, siguiendo la ruta trazada por Nietzsche, la respuesta es afirmativa. Es decir: es posible construir una moral no represiva siempre y cuando ésta no tenga como base religión, la razón o la tradición. ¿Es esto posible? Sí, si ésta es aprehendida como una estilización estética de la vida, es decir, una moral basada en la libertad individual que ceda en sus intenciones de determinar la conducta del otro. El referente para esta nueva moral la encuentra en la ética grecolatina, cuyo ideal, estético, consistía en la necesidad de vivir una vida bella y dejar a los demás recuerdos de una bella existencia.
Sin embargo, aquí surgen algunos problemas. ¿Es posible que dicha aprehensión sea aceptada socialmente? Veamos: en esta misma sociedad existen individuos que vivven según un ideal estético, pero que siempre se encuentran con el obstáculo de que dicho modo de vida no es aceptado socialmente. ¿Cómo sería esto posible en un medio social y cultural que presiona constamente al individuo a tomar la senda del bien? Pareciera que para que un individuo pueda ser irracional y esteticista, requeríamos una transformación de orden social, lo que nos conduce a otro problema: para que grupos y personas puedan vivir según un ideal estético, pareciera necesario desmoralizar la sociedad, o al menos generar conciencia de que no existe tal cosa como "la moral", sino distintas creencias morales.
Es en este momento que me gustaría sacar a colación la propuesta del neopragmatista norteamericano Richard Rorty, que como buen pragmatista parte también del desfondamiento de las certezas metafísicas. En este caso, ya no se trataría de una transformación de la moral sino de una demarcación de sus límites. Lo que se busca es la convivencia entre lo privado y lo público; una sociedad en el que el individuo pueda ser autónomo, esteticista, irracional y original y al mismo tiempo ser un buen ciudadano que busca la justicia y el bienestar general. Vamos: ya no se trataría de hacer buenas a las personas, sino de crear buenos ciudadanos.
Y es aquí donde viene lo que me interesa. Para lograr esta sana convivencia es necesario demarcar dónde comienzan y terminan lo público y lo privado, entendiendo de principio que ambas son esferas separadas que tienen que permanecer como tales en función de que lo público no interfiera en la autocreación de la vida invididual y lo privado no interfiera en la construcción de lo público. Para esto, la esfera de la moral queda como una competencia del individuo y lo político como competencia del ciudadano. Vamos: si lo político no puede interferir en la autocreación de la vida individual, tampoco se puede ordenar lo político desde el cuerpo de creencias individuales que llamamos moral. Lo público debe respetar la intimidad del individuo y lo privado no puede llevarse a ley general.
Y es este segundo punto el que me interesa. Porque, ¿qué pasa cuando lo moral y lo político se mezclan? Vamos a clarificar un poco el significado de la pregunta, pensando sobre todo que para muchos no puede haber política sin actitudes morales. La cuestión es: ¿qué sucede en el momento en que las creencias acerca de lo que es moralmente bueno o malo afectan de forma fundamental (reitero en lo de fundamental) lo que es bueno o malo en términos políticos y sociales? Mi perspectiva, que me lleva a hacer un deslinde entre lo moral y lo político, es que hacer política desde una perspectiva moral nos lleva a situaciones políticas y sociales indeseables. Siendo así, frente al sentido común que dice que la buena política parte de la moral, vale preguntar: ¿es posible hacer política sin moral?, ¿cómo se pueden buscar beneficios para la sociedad sin una idea acerca de lo que es bueno?
Frente a lo primero digo que es posible, siempre y cuando, relacionado con lo segundo, en sociedades políticamente seculares (no sólo laicas) pensemos “lo bueno” no como algo dado de una vez y para siempre, como algo que se da en el origen, sino como algo que se construye socio-históricamente. El político, que es el encargado de generar, mantener o transformar marcos institucionales y legales, debe pensar su actividad como de orden racional, lo que implica pasar por un proceso de racionalización ética de su creencia moral, con lo que no quiero decir otra cosa que el político debe cobrar plena conciencia de sus creencias en general en función de que dicha claridad permita que sus creencias personales no afecten ni determinen de modo absoluto sus decisiones. Vamos: siempre subyace cierta dimensión moral. No es posible ni deseable la aniquilación de lo moral en la vida de nadie, pero en función de la cosa pública las decisiones deber pasar por el filtro de la reflexión consciente y crítica del lugar moral e ideológico desde el que se piensa y se dice.
Entonces vale la pena volver a preguntar: ¿es posible hacer política desde la creencia moral? Creo que no, porque es imposible crear desde una moral aquellos marcos institucionales y legales que permitan la convivencia de diferentes morales; no es posible crear marcos institucionales y legales desde la creencia moral que parte del principio de que el otro está mal justamente por sus creencias morales. La moral es algo relativo a la deliberación y a la acción personal. Lo mismo aplica para el juicio moral. Vamos: no emitir juicios sobre la conducta y la vida de los demás se antoja imposible. Pero el juicio moral sólo puede ser eso; un enunciado axiológico emitido desde una perspectiva personal que si bien califica a otros no implica que esos otras tengan que asumir una conducta o un modo de vida diferente. No se puede obligar a los otros a asumir otra moral (a menos que lo haga por convencimiento) y no se les puede castigar por mantener las propias (con reclusión o exclusión).
De nuevo: en el horizonte liberal, aplicar medidas legales por lo que se piensa y se dice desde un mundo de creencias, es una contradicción. La creencia moral es un ámbito personal que puede ser interpelado moralmente, que puede ameritar juicios morales, pero que no puede ser invadida por lo público. Pero se trataría también de ir de regreso. Lo público, para el caso, también es el límite de lo privado. Así como esta esfera no puede ser invadida, tampoco se puede superponer lo privado a lo público; no se puede ordenar lo público desde un mundo particular de creencias sin generar violencioa. Vamos: el mundo de creencias que conforma una moral no puede universalizarse sin más.
Al final del día, en sociedades con marcos institucionales y legales de tipo liberal, las personas que tienen ciertas creencias morales y que actúan de conformidad con ellas (siempre y cuando no afecten lo público “en verdad”) deberían irse a su casa sin el temor de ser sancionadas ni legal ni políticamente por sus diferencias morales. Lo moral se debe quedar en casa y si sale no debe servir para ir de caza. Cuando la moral sale de casa para ir de caza, estamos en el borde o ya de plano en la imposibilidad de la sociabilidad y del fascismo (para que vean cómo me tomo muy en serio eso del fascismo).
p.d. Queda sin embargo un elemento pendiente: ¿esto implica que todo mundo puede hacer lo que quiera en tanto que se encuentra en el ámbito de lo privado?, ¿cómo hacer política y establecer reglas sin la orientación de “lo bueno”? No es sencillo, pero pienso que esto pasa necesariamente por la aceptación del principio de que lo que es bueno para unos no es bueno para otros. ¿Ello quiere decir que entonces la regla es que todo mundo haga lo que quiera? La respuesta es que no, pero que lo bueno socialmente establecido debe atender necesariamente a lo que es bueno para cada quien. ¿Y si eso que es bueno para quien incluye discriminar y violentar? Entonces la regla se aplica en tanto que se reconoce que lo bueno para uno no puede incluir discriminar o violentar a otro. Allí Rorty formula tres preceptos morales bajo los que el individuo puede dirigirse: 1) la solidaridad, 2) la no crueldad y 3) la no humillación. Sin embargo subiste el problema sobre quién da contenido a dichos preceptos. Allí, de algún modo, es el punto en el que se engarzan lo público y lo privado, lo que nos lleva a un callejón del que no podríamos salir si no recurriéramos a las éticas del discurso. Pero ese es otro tema.
3 comentarios:
Nada más atinado que este estudio, mi reconocimiento para ti y tienes toda la razón al decir que no es posible obligar a otros a asumir otra moral a menos que sea por la vía del convencimiento y menos aun reprenderles o excluirles, por optar conservar la propia.
Muy claro el artículo; a partir de lo que expone se abren varios aspectos, susceptibles de análisis. Por ejemplo, la imperiosa necesidad del estado, de la iglesia, y plutocracias, por controlar la educación. Me enteré que el grupo Salinas ya tiene escuelas hasta el nivel medio superior, claro cada quién es "libre", ¿pero en que grado y con que medida?
DEJEMOS ATRÁS EL OSCURANTISMO MEDIEVAL CUANDO LA FILOSOFÍA ESTABA SOMETIDA A LA TEOLOGÍA, LA RAZÓN A LA FE, LA CIENCIA A LA REVELACIÓN, Y EL ESTADO A LA IGLESIA:
LOS VALORES SUPREMOS DE LA TRASCENDENCIA HUMANA Y LA SOCIEDAD PERFECTA, DEBEN ORIENTAR LOS OBJETIVOS DEL CURRÍCULO ESCOLAR LAICO A FIN DE ALCANZAR LA SUPRA HUMANIDAD__ La relación entre la fe y la razón, la religión, la ciencia y la educación, se enmarca en el fenómeno espiritual de la trasformación humana abordado por la doctrina y la teoría de la trascendencia humana: conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las conclusiones comparables de la ciencia (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.)__La paideia griega tenía como propósito educar a la juventud en la virtud (desarrollo de la espiritualidad), la sabiduría (cuidado de la verdad, estudiando la física, la lógica y la axiología), el físico culturismo (cuidado del cuerpo y la salud), mediante la práctica continua de ejercicios físicos y espirituales (cultivo de sí), a efecto de prevenir y curar las enfermedades del cuerpo y el alma; la oratoria y la retórica para intervenir en la administración y gobierno de las polis, a efecto de alcanzar la sociedad perfecta. El educador, utilizando el discurso filosófico y la discusión de casos y ejemplos prácticos, más que informar trataba de inducir transformaciones buenas y convenientes para si mismo y la sociedad, motivando a los jóvenes a practicar las virtudes opuestas a los defectos encontrados en el fondo del alma, a efecto de adquirir el perfil de humanidad perfecta (cero defectos) __La vida, ejemplo y enseñanzas de Cristo coincide cien por ciento con el currículo y objetivo de la filosofía griega. Y por su autentico valor pedagógico, el apóstol Felipe introdujo en los ejercicios espirituales la paideia de Cristo (posteriormente enriquecida por San Basilio, San Gregorio, San Agustín y San Clemente de Alejandría, con el pensamiento de los filósofos greco romanos: Aristóteles, Cicerón, Diógenes, Isócrates, Platón, Séneca, Sócrates, Marco Aurelio,,,), a fin de alcanzar la trascendencia humana (patente en Cristo) y la sociedad perfecta (Reino de Dios). Meta que no se ha logrado debido a que la mitología del Antiguo Testamento, al apartar la fe de la razón, castra mentalmente a sus seguidores extraviándolos hacia la ecumene abrahámica que conduce al precipicio de la perdición eterna (muerte espiritual)__ Es tiempo de rectificar retomando la paideia griega de Cristo, separando de nuestra fe el Antiguo Testamento y su teología fantástica que han impedido a los pueblos cristianos alcanzar la supra humanidad. Pierre Hadot: Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua. Editorial Siruela. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD
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