jueves, 29 de julio de 2010

¿Qué le pide la izquierda institucional a Cayetano Cabrera?

Hace pocos días escribí un artículo (http://reflexionessobrefilosofaypoltica.blogspot.com/) intentando reflexionar sobre el tratamiento que se la ha dado en los medios y en general en la opinión pública a la huelga de hambre de Cayetano Cabrera. En dicho artículo sostenía que había una contradicción y una paradoja en el pedido de medios y opinión pública (expresada por cierto en los medios) a Cayetano Cabrera de seguir los causes institucionales/legales, cuando estos mismos fueron el soporte que llevo a Cabrera a tal situación. Mi idea en el artículo era que en el ámbito del capitalismo y la democracia liberal, el marco institucional jugaba en realidad como camisa de fuerza para sectores sociales a los que desde el mismo marco se les despojaba de un derecho humano fundamental, en este caso el derecho a trabajo. Mi juicio era que en el ámbito del capitalismo y la democracia liberal opera una racionalidad economicista y legalista (en contraposición a una racionalidad ética) que al desnaturalizar el trabajo, al verlo como algo externo y accidental al trabajador, no objetiva sólo al trabajo sino al mismo trabajador, lo que lo hace prescindible. Para decirlo de modo simple: según una racionalidad economicista y legalista, que da forma a nuestro sistema de relaciones y a nuestro mundo jurídico, el derecho al trabajo no es fundamental. Siendo así, la única forma de reivindicar tal derecho es salirse de esa lógica y de esa institucional (para más detalles ver mi artículo).

En el mismo tema quisiera ahora escribir algo distinto: el pedido desde una izquierda institucional (II) que, cediendo en lo fundamental a un pragmatismo político sin contenidos éticos y sociales, reduce una acción de resistencia social y de interpelación ética a un tema meramente político, es decir: a una cuestión de "efectividad". La idea es que esta II, pragmática, realista y positivista, alejándose del núcleo ético-crítica que da sentido y significado al "ser de izquierda", ha olvidado el carácter eminentemente utópico de su hacer político, es decir: lo político como actividad transformadora de "lo social". Mi tesis es que a partir de una lógica de tipo político, escindida paradójicamente de otra de tipo social (que desde una perspectiva tendría que ser una misma, por eso hablo de esto como una paradoja), hay una cierta valoración de la acción (huelga de hambre) como algo políticamente incorrecto.

Lo anterior tiene que ver con un hecho fundamental: la dificultad de reconocer que en un medio democrático liberal, una cosa es vivir dentro de sus marcos al mismo tiempo transgrediendo los obstáculos que en éste se presentan, y otra es aceptar las contradicciones del sistema como hecho insuperables. Mi idea es que la II vive en una suerte de conversión fundamental a partir del desplazamiento histórico de los proyectos históricos de izquierda, hecho que ha obligado a aceptar la desmesurada fe en el horizonte democrático-liberal y en lo político como forma profesionalizada y deslindada de lo social, lo que ha implicado que la II asuma una posición más bien contemplativa del "hecho social" sin intentar acercarse y mucho menos respaldar al movimiento social que, en este caso, ha mostrado tener la razón. A pesar de ello la II se ha hecho omisa. Y la omisión es una forma de acción que, en este caso, podría tener consecuencias trágicas.

Comienzo: una de las cosas que más me preocupa de la II es su caída en lo que yo llamo "reduccionismo democratista". Hay muchos elementos que uso para definir dicho reduccionismo, pero en este caso quiero referirme a uno en concreto que no he podido desarrollar en otros textos y que me atrevería a definir como "reduccionismo político". ¿En qué consiste éste? Para decirlo simple y breve: en la politización de lo social, es decir: en la pretensión (sana, por lo demás) de dirimir el conflicto social dentro de la esfera político-ideológica y dentro del ámbito jurídico-institucional. La II, evitando caer en el síndrome del populismo, ha adoptado una posición voluntarista que se expresaría en el principio de que el conflicto social desaparece por medio de decretos de tipo político. Lo que hemos presenciado entonces es el desplazamiento de "lo social" y su reducción a lo "lo político". La II, pragmática y pragmatista, ha sufrido de una caída en lo que definiría como una fe exacerbada en la negociación política. ¿En qué sentido? Aquí es donde quisiera profundizar y ponerme un poco más teórico:

Pienso que lo que ha perdido la izquierda institucional mexicana es el propio fundamento del por qué hacer política. Diferenciando entre fundamento y fundamentalismo, lo que ha perdido es el núcleo ético-crítico (fundamento) que significa al hecho de "ser de izquierda": el reconocimiento de que en un ámbito de competencia económica, que en realidad es una forma de competencia social, no puede lograrse un equilibrio que permita una vida armónica y pacífica. ¿Cómo puede lograrse una vida social armónica si lo que tenemos es un régimen de explotación social? Por ello, no importando a qué sector de izquierda se pertenezca, se reconoce que un mundo socialmente justo sólo es posible en la lógica social de transformación. Lo político, para el caso, no es sino lo social llevado a otro nivel. Sin lo social las políticas de la izquierda carecen de sentido, por lo que la II se encuentra en una terrible contradicción: pensar que desde "lo político" escindido de "lo social" es posible construir un mundo más justo.

Permítanme profundizar sobre algo más: pienso que el sentido de hacer política desde una perspectiva liberal y de izquierda tiene diferencias. Ambas perspectivas implican una profesionalización de la política; en ese sentido se parecen. Pero en el caso del liberalismo dicha profesionalización tiene un sentido político, no económico ni social. Allí juega un elemento difícil de discernir: la política, en el ámbito del liberalismo, es la forma de preservar la libertad de expresión, de culto y de creencia. Pero ese sentido de hacer política se olvida de un hecho fundamental: la desigualdad social. En ese sentido se entiende actualmente la política, aunque poco a poco, sobre todo a partir de las teorías de la justicia distributiva, se ha introducido el problema de la desigualdad social, problema sin embargo irresoluble desde una perspectiva "solamente" liberal.

Aquí es donde la izquierda debe aparecer en el actual horizonte democrático. ¿Qué es hacer política desde la izquierda? Para mí no sería sino llevar lo social a otro nivel, es decir: no sólo preservar aquellos elementos fundamentales del liberalismo, sino poner sobre la mesa las formas para lograr una socialización de la riqueza y de la propiedad. El problema del liberalismo, para que no piensen que se me ha olvidado, no está en el tema de la libertad de conciencia, sino en la conexión que hace con el tema de la propiedad, que es una deficiencia que las izquierdas intentan subsanar políticamente (me refiero al reformismo como postura triunfante en las izquierdas). La política, desde una perspectiva de izquierda, no es solamente la forma de preservar la diferencia (ideológica, religiosa, cultural), sino la forma de solucionar el problema de la desigualdad (social y económica). El sentido de la izquierda en el ámbito político de la democracia liberal, es poner sobre la mesa lo que la perspectiva liberal no pone por sí misma. El centro de la actividad política es lo social, entendido como "lo utópico" en el horizonte liberal puesto que aunque irrealizable es igualmente irrenunciable. No es lo posible desde lo posible lo que marca la pauta del actuar político de izquierda, sino lo imposible desde lo posible, que no es otra cosa que mantener la posibilidad de lo imposible "aquí y ahora". En este sentido, lo utópico es la irrupción en el horizonte, la transgresión de una legalidad cerrada que por histórica es superable.

Es este punto justamente el que más me preocupa. La II, desde que se forma como PRD, comenzó un proceso de escisión y desplazamiento de la lucha social. Su localización en el ámbito puramente electoral condujo a una suerte de reducción de la política en la medida que centra la acción en el hecho puro de la representatividad. Como tal, la representatividad no tiene como función revelar el conflicto social, sino subordinarlo a lo político. Allí, a mi juicio, hay una suerte de marco deshistorizante que invisibiliza el conflicto social maquillándolo de "diferencia política". El movimiento social, que busca hacerse evidente en un marco legal e institucional que violenta sus derechos anteriores al pacto político entre políticos, queda en los márgenes de la legalidad y por tanto de la consideración ética y política (cuando debería ser al revés). Allí se presenta un claro deslinde entre lo político y lo social en la II.

Lo anterior en un sentido profundo. En un sentido más superficial, hay otra forma en la que lo social queda subordinado a lo político: ya no es el partido el que sirve en el marco institucional al movimiento y a la lucha social, sino que el movimiento social debe servir como fuerza electoral. Ya después no sólo deslindó lo político y social poniendo al segundo en función del primero, sino que terminó desconociendo precisamente lo social como el lugar de la acción política. El trauma del priismo y el giro ideológico producto del fin de la experiencia soviética, produjo un quiebre entre movimiento social y partido. Allí la izquierda institucional mexicana ha puesto lo político como centro olvidándose de la acción social, deslegitimando a esta última como mecanismo de transformación. A juicio de nuestra II (y perdonen la reiteración; sé que afea el texto pero creo que es necesario) la acción de los movimientos sociales carece de sentido en tanto que no enuncia su proyecto desde el marco de "lo posible", que no es otra cosa que el "ámbito político" dirigido a mantener el tema de la libertad de las diferencias sin poner en la mesa el de la desigualdad social. Para nuestra II, en un ámbito de normalidad democrática, "lo realmente posible" (por eso me refiero a esta izquierda como "realista/positivista) es el único criterio de acción, es decir: la garantía de la libertad de las diferencias. Lo demás, lo relacionado con la desigualdad social y las demandas de los movimientos sociales (que en realidad no me parecen descabelladas y sí posibles en el ámbito democrático-liberal) por irreal carece de efectividad.

Y entonces viene lo aterrador: Cayetano Cabrera, que está en huelga de hambre no buscando la muerte, sino usándola como mecanismo de interpelación ética del poder, es desconocido desde la misma izquierda porque su estrategia no es efectiva políticamente. En un ámbito de naturalización de la concepción liberal de democracia aceptada plenamente por la II, para ésta resulta lógico el pedido al luchador social de que siga los cauces institucionales, en este caso: la negociación política. La izquierda ha aceptado el régimen abstracto en el que la normalización democrática hace posible otras formas de dirimir el conflicto social sin atentar contra el orden público. Teóricamente, en democracia, salir a la calle u otras estrategias, en este caso la huelga de hambre, resulta contradictorio: como contamos con un régimen político y jurídico justo porque es democrático, tanto el régimen político como jurídico aseguran la justeza de los veredictos sobre ciertos problemas, lo que hace inviable la lucha social por fuera del marco político e institucional.

Para la izquierda, la huelga de hambre debería ser parte de un juego de estrategia política, de negociación. Ésta no se da cuenta de que el SME y Cayetano Cabrera están localizados en la lógica de la lucha social porque la vía jurídica y política ha reiterado en el despojo. En un gesto más bien moralino y pseudosolidario, le piden a Cayetano Cabrera ceder en su estrategia en la medida que su muerte vendría a detonar el conflicto social.

Aquí me voy acercando al punto teórico que me interesa: esta izquierda no se da cuenta de que el conflicto siempre ha estado allí; que no desaparece en la medida que se atenúa el conflicto ideológico y político. Vamos: el conflicto social es un hecho fáctico que no puede ser revertido políticamente y sí socialmente. El vuelco de la izquierda hacia la política institucional, es decir: su vuelco a la negociación dentro y con los partidos y con el gobierno, ha servido como mecanismo de ocultamiento del conflicto social. Pero no piensen mal: la izquierda debe hacer eso. Por eso se conforma en partido. Pero debe hacerlo sin dejar de ver lo otro: al movimiento social.

Para finalizar pregunto: ¿qué pasaría si el PRD y las demás izquierdas políticas (que no sociales) en lugar de criticar la estrategia la apoyaran? ¿Cómo impactaría si las izquierdas institucionales hacen acto de presencia en el movimiento social? Si se trata de darle sentido político a la lucha social, ¿por qué no se lo dan ellos? ¿Por qué no discutir y apoyar públicamente el tema? ¿Por qué no presionan en función de lograr justicia para los trabajadores? Si lo que les preocupa es la vida de los huelguistas y ellos son la representación política de la izquierda en el gobierno, ¿parte de la solución al problema está en sus manos? Pero como la izquierda partidaria ha escindido la lucha política de la lucha social; como ellos solamente se ocupan de la primera, abandonan a su suerte a los movimientos sociales. La falta de presencia de la izquierda institucional en el movimiento social, sin aspiraciones a dirigirlo, es un hecho que abona a la posible muerte de los huelguistas. La izquierda, si bien decide no asumir la responsabilidad política de los actos de los movimientos sociales, sí tiene responsabilidad ética para con ellos. Es curioso: no temen aliarse con el PAN, pero sí temen aliarse con los movimientos sociales. ¿Acaso les da miedo que el rechazo y la crítica mediática afecten su imagen en función de la lógica electoral? Yo creo que sí.
Texto originalmente publicado en sdpnoticias.com

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