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viernes, 17 de diciembre de 2010

Medios masivos y normalización democrática

19 de septiembre de 2009
La propaganda fue en la época del nazismo, el fascismo y el estalinismo el mejor mecanismo de control y disciplinamiento ideológicos. Sin embargo, a pesar de sus efectos trágicos sobre la vida y la conciencia humanas, el fenómeno de la propaganda no ha sido un ejercicio únicamente europeo. América Latina no ha sido ajena a dicha instrumentación. Un ejemplo: los medios masivos de comunicación fueron fundamentales en la consolidación de regímenes dictatoriales y/o totalitarios desde la Patagonia hasta el Río Bravo. La transmisión del miedo no hubiera sido posible sin la presencia de medios que difundieran cotidianamente la imagen de ese enemigo que amenazaba la existencia y la libertad de las personas. Con los fenómenos de transición y normalización democrática aquellas anomalías se han pensado superadas: a decir de muchos hoy vivimos una existencia plena, por lo menos en relación con fenómenos básicos como la libertad de expresión, 1) como si la libertad se restringiera a la expresión y 2) como si la libertad fuera solamente política sin llegar a la alteración del orden económico. La paradoja se expresaría del siguiente modo: no puedes tragar pero tienes que agradecer que le puedes mentar la madre al presidente. Lo que llamo la “reducción liberal de democracia” consiste precisamente en ese disciplinamiento de la conciencia que intenta convencernos de que éste es el mejor de los mundos posibles (¿fin de la historia?).
Ahora, ¿quiénes son los encargados de disciplinar ideológicamente al público y cuáles son los medios que utilizan? Los encargados de disciplinar son los que llamo “estrellas del sistema”: periodistas, analistas políticos, economistas, historiadores, encuestadores e inclusive intelectuales y artistas. Son estos “letrados” los encargados de interpretar la realidad política, social y económica; los que poseen el logos para dar claridad del tiempo y de las cosas y, desde su panóptico, de producir y/o reproducir la cadena de discursos (mitos, símbolos e imágenes) que disciplina las conciencias. ¿De qué modo? A través de los medios masivos. De allí viene la denominación de “estrellas del sistema”: los mismos rostros y las mismas voces que vemos y escuchamos cotidianamente. Y no sólo lo hacemos a través de un solo canal: el mismo rostro en la televisión es la misma voz en la radio y el mismo rostro y la misma voz se convierten en la misma pluma en el periódico, la revista y, actualmente, también en la internet. La estrella del sistema ya no es en la actualidad el político, el sacerdote o el maestro, sino aquel que nos acompaña cotidianamente a la hora de la comida, mientras vamos a nuestro trabajo e, inclusive, cuando nos bañamos o hacemos nuestras necesidades. Las figuras del político, el sacerdote y el maestro han sido substituidas por otras que, sin embargo, siguen cumpliendo un papel profético y mesiánico. Es el caso de los periodistas, los politólogos y los economistas que aparecen cotidiana y virtualmente “frente” a nosotros para decirnos 1) cómo va el mundo, 2) cómo va a ir y, según el caso, 3) cómo no va y cómo debería de ir. Los medios y sus estrellas son los nuevos mecanismos de disciplinamiento y vigilancia y todo aquello que puede considerarse valioso para ser difundido pasa necesariamente por ellos.
Sin embargo esto no es tan fácil ni sencillo; es un proceso largo. Dentro de ese proceso el sistema cuenta con un elemento: la transformación del “ciudadano” en “público”; un público que mira, escucha y (a veces) lee sin posibilidad de replicar o interpelar al que habla y escribe. No hay un verdadero proceso comunicativo y esa falta la subsanan, según su creencia, dialogando con las cabezas de grupos sociales que no son sino las cabezas visibles de grupos visibles y hegemónicos, o bien dialogando entre ellos, es decir: entre las “estrellas del sistema” que apareciendo en mesas y foros crean la ilusión de estar en lugares distintos cuando, en realidad, frente a nosotros aparecen en el mismo lugar y diciendo lo mismo: en la tele, la radio, el periódico, la revista y /ahora en la internet.
Así, es posible observar que con los fenómenos de la transición y la normalización democrática la función de los medios masivos sigue siendo la misma, con la salvedad de que ahora no sirven a un determinado partido político o a un determinado régimen, sino que según sea el caso en cada país o bien constituyen al sistema, pues siguen siendo ellos los encargados de darle legitimidad (es el caso de México), o bien porque el sistema les permite vivir.
Ahora, ¿cómo cumplen su papel? Lo principal es asegurarse que los dispositivos técnicos y tecnológicos se masifiquen: la televisión, la radio, la computadora, el celular y demás cosas que nos conecten a través del ojo y el oído. Lo siguiente consiste en la oferta: brindar una serie canales casi infinita de modo tal que haya oferta para todos. Después se hace necesario crear la imagen de pluralidad, es decir: demostrar empíricamente no solamente que hay muchos, sino que son diferentes. Vamos: hasta crean su disidencia. Y por supuesto no podía faltar lo ya dicho: el público, que a fuerza de tener la vista fija (y el oído y el cuerpo y todo), deja de ser ciudadano, deja de dar, para sólo recibir. Para vigilar y disciplinar no es necesario que pongan una cámara en nuestra casa; basta poner una televisión. Es allí donde aparece el nuevo sacerdote disfrazado de científico (para que quede muy claro: el periodista, el politólogo, el economista, el académico, el intelectual, el artista etc).
Sin embargo la cosa no es tan clara: el mensaje al público (que ha dejado de ser ciudadano) es que en realidad los medios están a su servicio y que constituyen (junto con los empresarios, que se han robado el concepto de ciudadanía) un verdadero mecanismo de control, vigilancia y contrapeso del poder político. Juegan con una supuesta neutralidad y a partir de una supuesta pluralidad "venden" la idea de que el único horizonte viable es el democrático. No habría ningún problema, salvo que al mismo tiempo que hay una apropiación de la calidad de ciudadano, hay una apropiación de la democracia bajo la idea de que hablar de democracia es hacerlo sin apellidos, con lo que han terminado por imponer su concepción (liberal) como la única posible. Así es: los nuevos sacerdotes, aunque difieren en muchas cosas, están de acuerdo en algo: la democracia liberal es el único camino posible, con lo que se declara la institucionalización universal de la democracia y, con ella, la anatemización de cualquier disidencia que no comparta los canales, aunque esos canales hayan sido monopolizados y excluyan de cualquier participación a la sociedad.
Pues bien: gracias a la ciencia tenemos internet. Internet puede convertirse en un mecanismo de reflexión sobre el papel de los medios en el proceso de monopolización de la ciudadanía y la democracia. Desde su pretendida neutralidad muchos en los medios creen que no juegan políticamente. En esa medida también han monopolizado la denuncia. La cosa es que sí juegan políticamente y son medulares en el sistema. En ese sentido se hace necesario crean un órgano de vigilancia y denuncia de los medios, es decir: un medio que nos permite interpelar sus discursos, aunque sea de lejos y con la esperanza de que un día nos “pelen”, y denunciar cómo operan en la realidad socio-histórica.
¿De qué se trata esto? De que cualquiera que no esté de acuerdo con lo que dicen los periodistas, con los politólogos y economistas transmutados en periodistas y con los encuestólogos transmutados en politólogos y economistas, puede decir lo que quiera y lo que tenga que decir aquí. Ahora prácticamente todos los noticieros se han convertidos en tribunas editoriales o, pare decirlo de otro modo, han sido editorializados, sin que nosotros, por los que dicen hablar, podamos hacer nada. Vamos decirlo de otro modo: nunca prestan el micrófono. Pues bien: tenemos otros medios; ahora construyamos los espacios de reflexión
Así que adelante, veamos si somos capaces de configurar un instrumento de este tipo. De lo contrario merecemos que nos lleve la chingada.

martes, 10 de agosto de 2010

Consideraciones éticas sobre “drogas” y “aborto” desde un liberalismo radical

1

Recientemente algunas declaraciones de Felipe Calderón “abrieron” la puerta para un debate en torno a la legalización de las drogas. Otro tema es el debate, no detonado pero sí reforzado por la situación de cientos de mujeres en Guanajuato, es el relacionado con el aborto. Las siguientes líneas, asumidas estratégicamente desde una perspectiva liberal radical, intentan 1) ver los temas en su naturaleza ética más allá de cuestiones de política institucional 2) desde una postura radical que no acepta blancos ni negros en relación con lo que es público y privado. Mi idea es, en relación con esto último, que el tema “drogas” y “aborto” es relativo a lo personal y lo privado, y que lo público debería funcionar para salvaguardar el derecho de lo privado, es decir: el derecho a que las personas hagan de su vida y de su cuerpo lo que quieran, despojando al Estado y a la sociedad de la absurda carga de ser censor moral. En cuanto al primer punto, comenzando por el tema “drogas”, me parece equivocada la perspectiva que asume estratégicamente la posibilidad de su legalización pensando que así se podrá resolver el problema de la violencia y la corrupción engendradas por el tráfico de drogas. Hay una reducción economicista, reducción equivocada en cuanto que si el problema de la violencia y la corrupción es producto del tráfico, la legalización no pone punto final al fenómeno. Vamos: si el problema es el tráfico de drogas, básicamente a los EU, entonces el problema del tráfico sólo se resolverá con una regulación en ese mismo país. De no ser así, aunque en México se regulen las drogas (que de hecho ya lo están en el caso de muchas), la violencia y la corrupción persistirán. Yo propongo un giro en la visión. Dar un giro a la reducción economicista y dar base ética a la discusión pública y a la acción política progresista (en sentido amplio). Pienso que el mejor argumento (claro: en un plano político ideal) es ver el tema “drogas” como parte del derecho fundamental de las personas a hacer lo que quieran con su cuerpo. Mi idea sería que el marco institucional y legal, como espacios tendiente a garantizar los derechos de las personas (derechos sociales y civiles), debería establecer una clara distinción entre lo público y lo privado. ¿La drogadicción es un tema público o privado? Es público en cuanto a su discusión, pero es privado en cuanto que ni el Estado, ni las instituciones ni la sociedad pueden legislar sobre el arbitrio de las personas, sobre lo que las personas piensan, sienten, deciden, dicen y hacen, siempre y cuando no afecten de forma determinante lo público. El hecho es que la gente, si así lo desea, tiene derecho a drogarse. Al final, hacerlo no daña sino a la integridad individual. Estoy consciente del hecho de que lastima su entorno, pero no lo hace de forma más grave que un adicto al alcohol y otro tipo de enfermedades. El hecho es que si aceptamos el uso de bebidas alcohólicas para nuestro esparcimiento y no el de las drogas, es más bien por una serie de convenciones. No es porque hagan daño (de ser así habría millones de cosas más prohibidas), sino porque una sociedad, en un tiempo determinado, conviene sobre la necesidad de restringir ciertas cosas o reconsiderar dichas restricciones, según lo que piensan es dañino o no. ¿Puede la sociedad hacer eso? De hecho lo hace. Pero la pregunta es: ¿debería hacerlo? La misma sociedad responde. Ejemplo: Hace muchos años, en EU, las bebidas alcohólicas estaban prohibidas. Dicha prohibición, sin embargo, no sólo no resolvió el problema, sino que generó otros. Pero, ¿es la consideración de que la prohibición no sólo no resolvía problemas y generaba otro lo que hizo a una sociedad reconsiderarla? Es posible, pero había otra base: el hecho de que beber alcohol, nocivo o no, es algo relativo a que la gente puede hacer de su vida un papalote. Y hoy, no sólo en EU, sino en buena parte del mundo, aceptamos las bebidas alcohólicas como un hecho cotidiano, a pesar de las miles de muertes que su adicción genera. ¿No deberíamos tener la misma consideración con las drogas? O en su caso, ¿no deberíamos seguir la misma consideración que tenemos con las drogas en relación con el alcohol? Justo a eso es lo que me refería con que en relación con estos temas no hay grises; sólo blancos y negros. Éticamente es un imperativo reconsiderar la prohibición de las drogas en función de su legalización, o reconsiderar la legalización del alcohol en función de su prohibición. ¿Cuál es mi idea entonces? Se podrá ver claramente que mi propósito es plantear la necesidad de legalizar las drogas. ¿Bajo qué principio? Que el uso de las drogas y de los riesgos que conlleva es algo que compete a la libertad del individuo que, informado (lo que se debería de hacer es informar), los asume. ¿Por qué? Porque además no afecta de forma determinante lo público, por lo menos no más que otras cosas, que es el caso de las bebidas alcohólicas (que con la lógica aplicada a las drogas también deberían de ser prohibidas). No hay de otra: el uso de drogas debe legalizarse. ¿Y qué tipo de drogas? Todas. Lo demás no es sino hipocresía moralina.

2 Ahora, ¿qué decir en relación con el aborto? Exactamente lo mismo. Aquí me gustaría refutar la posición estratégica, políticamente correcta, que plantea la despenalización/legalización del aborto desde el hecho fáctico, es decir: como las mujeres abortan, es mejor que lo hagan en un lugar seguro a que se vayan a morir a cualquier lugar. Tiene su lógica. Pero en una sociedad que tiende a la idea de garantizar el derecho a lo privado, debe garantizar el derecho al aborto no desde el hecho fáctico, sino desde el derecho de la mujer de hacer de su vida y de su cuerpo lo que quiera. En la medida en que vivimos bajo marcos institucionales y legales seculares, no se puede sino admitir que en tanto el aborto (dentro de un tiempo establecido por médicos y científicos) no es un homicidio, la mujer tiene derecho a abortar si así lo decide, siempre y cuando lo haga consciente y con información en la mano. Y bien, ¿bajo qué atenuantes y bajo qué condiciones? Bajo la condición y atenuante que sea (siempre y cuando se dé en el tiempo que establecen médicos y científicos): por salud, por violación, por riesgo de la madre y, por supuesto, porque la mujer siente que el embarazo afecta substancialmente su proyecto de vida. No hay de otra: o se acepta o no (en términos éticos), porque lo otro, la aceptación intermedia, sólo indica la dimensión moralina o doble-moralista de quienes van caminando por el gris. Me explico, pero para ello tengo que dar un rodeo. ¿Cuál es el argumento anti-aborto? Éste es que el cigoto ya es vida humana y que en tanto tal el aborto es homicidio (ese es la línea que se sigue en Guanajuato). No hay más. Bajo este principio, cualquiera que diga que el cigoto ya constituye vida humana, no puede aceptar el aborto en ningún caso, porque asume que el valor fundamental es la vida humana. Si se asume que la vida humana es valiosa y que por tanto el cigoto ya debe ser considerado vivo en términos humanos, entonces todo cigoto ya es intrínsecamente valioso, no importando si es producto de una violación o trae un problema congénito. Decir desde esta perspectiva que es posible abortar algunas veces (violación o problema congénito), equivale a decir que la vida humana es valiosa unas veces y otras no. Quien piense que el cigoto ya constituye vida humana, no puede sino decir que el aborto es inaceptable en todos los términos. La anterior me parece una posición inaceptable. Pero reconociendo esto, no puedo sino irme al radical contrario, hacia una perspectiva, digamos liberal, que asume que la vida humana es valiosa (aunque reconociendo que debemos establecer criterios para decir qué es la vida humana para no caer en el ultraliberalismo que dice que es posible abortar siempre que se pueda y se quiera antes del parto) y que también asume la libertad del individuo, en este caso la mujer, de hacer de su vida y su cuerpo lo que quiera. ¿Qué criterios son los que nos permiten decir que algo ya es vida humana? Pues los de la ciencia y la medicina. ¿Y qué establece la ciencia y la medicina? Que el cigoto no es vida humana. ¿Cuándo o en qué momento el producto deja de serlo y pasa a ser vida humana?: cuando la corteza cerebral se ha desarrollado completamente (y no vayan a salir con los ejemplos típicos del comatoso o del senil [lzheime]; ahí hay singularidades que tiene que discernirse, lo que yo no hago porque no quiero extenderme). No voy a extenderme en las razones. Lo que quiero decir es que bajo este criterio, decir que sólo se puede abortar por violación, por problemas congénitos y por riesgo de la madre, no entraña sino una posición moralina en tanto restringe el hecho de que sea posible abortar porque la mujer lo decida en función de su proyecto de vida. ¿Por qué moralina? Porque parte del principio de que al poderse imputar el embarazo a un acto de irresponsabilidad y al no haber un problema de salud o de violación, entonces esa mujer no debería abortar (la maternidad es el castigo por “abrir las piernas” o por “no tener cuidado”, dicen algunos de mis alumnos). Si el criterio es científico y médico, no puede ser repentinamente moral. En la perspectiva pseudoliberal subyace en el fondo una cierta culpa porque se piensa, de cierto modo, que el cigoto ya es vida humana. De lo contrario, ¿por qué no podría abortar una mujer en función de su proyecto de vida si no hay razón médica y científica que lo determine lo contrario? De nuevo, no se puede decir que el cigoto es vida humana a veces y que en otras no. O lo es o no lo es. Entonces, ¿cuál es mi idea? Que la mujer no puede ser castigada legalmente por abortar (desde la posición proabortista que asumo) porque al no ser cigoto una vida humana, es parte del cuerpo de la mujer. Siendo así, puede abortar cuando quiera (en los tiempos médica y científicamente establecidos) no importando la razón. Estaría de más preguntarse si afecta lo público de forma determinante. Puede herir la sensibilidad moral y religiosa de muchos, pero dicha sensibilidad no puede estar encima del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Ahora, legalización de drogas y legalización/despenalización del aborto, aunque no lo crean, van de la mano. En ambos casos, se trata de defender los derechos del individuo a decidir sobre su vida y su cuerpo. En ambos casos hay que secularizar la discusión pública y la acción política, porque ello permite una verdadera deliberación más allá de lo moral. La discusión pública y la acción política no pueden lanzarse desde una perspectiva moral, porque esa perspectiva, al ser ya hegemónica, al estar ya impuesta, evita la verdadera deliberación. ¿Por qué y para qué? Porque en ambos casos (drogas y aborto) se trata de una lucha por la extensión y no reducción de los derechos sociales, civiles e individuales. Se trata de convencer a las “buenas conciencias” de que vivan y dejen vivir y morir, porque ello, en tanto cosas relacionadas con lo privado, no daña en realidad público. p.d. Un criterio similar podríamos aplicar para la pena de muerte y la eutanasia. Pienso que la pena de muerte es inaceptable y no equivale al aborto, porque al que se mata es persona y tiene dignidad (no así el cigoto). Ahora, si se piensa que un crimen atroz debe ser castigado atrozmente, sigue siendo éticamente inaceptable (recuerdo, como en otros artículos, que ética y moral son dos cosas diferentes, que no son lo mismo, aunque su etimología diga lo contrario y aunque lo usemos como sinónimos), porque ello involucraría romper los principios que queremos proteger. En relación con la eutanasia, aceptable siempre, se aplicaría el mismo criterio de la persona que libre y conscientemente decide morir. Publicado originalmente en SDPNoticias.com